Una breve opinión sobre la muerte de Néstor Kirchner, uno de los hombres más influyentes de la política argentina de los últimos años.
Por Gabriel Michi
No soy kirchnerista. Ni soy antikirchnerista. Suena raro eso en estos tiempos. Pero es la verdad. Soy periodista. Tengo una visión crítica de la realidad, más allá de quiénes sean sus protagonistas. Deformación profesional, dicen. Sé distinguir las cosas que me parecen bien de aquellas que me parecen mal. En eso no hay una escisión entre lo que pienso como persona con lo que pienso como periodista. Defiendo los mismos valores con uno u otro ropaje. Como también cuestiono las mismas cosas en uno y otro papel. No creo en los dobles discursos o en las dobles morales. La justificación de que el fin justifica los medios no me satisface. Creo que un objetivo conseguido en forma insana tarde o temprano terminará enfermando a todo el cuerpo de lo obtenido. Y en esa visión de la vida y de las cosas es que escribo las siguientes líneas.
Hoy es un día triste para la democracia argentina. A los 60 años falleció el ex presidente Néstor Carlos Kirchner, esposo de la actual presidenta Cristina Fernández. Quizás las miserabilidades de la política y sus zonas aledañas puedan expresar lo contrario. Pero siempre que se va un líder que fue elegido por una parte importante de la sociedad para que los represente es algo que enluta a ese país.
Habrá palabras de rigor, condolencias vacías y cierta hipocresía. Como también mucho dolor legítimo. Pero lo que no podrá haber es indiferencia.
En mi balance personal -que no es ni más ni menos importante que el de cualquier otra persona- hay cosas que valoro y otras que no de lo que se ha dado en llamar "kirchnerismo".
En el costado positivo destaco la política de Derechos Humanos entre lo que se ubica que la siniestra ESMA haya pasado a ser un Espacio de la Memoria, la anulación de las leyes de la impunidad, el juicio y la prisión para los represores, el provocativo –y justo- descuelgue de los cuadros de los ex dictadores Videla y Bignone de las paredes del Colegio Militar, el lugar destacado que han pasado a tener las Abuelas y Madres de Plaza de Mayo, los Hijos y Familiares de las víctimas, y muchas más.
También analizo como un gran avance los cambios en la Corte Suprema de Justicia, con la llegada de jueces y juezas prestigiosos/as en lugar de los sospechosos de siempre.
Reivindico muchas de las políticas de fondo en materia educativa como la Ley de Financiamiento Educativo, la Ley Nacional de Educación y la Ley de Educación Técnica. Las mejoras salariales a los docentes, siempre postergados por distintos gobiernos. La repatriación y mejoras para los científicos.
El ingreso de muchos ciudadanos excluidos al sistema jubilatorio, la ley de medicamentos genéricos, las mejoras en materia de desempleo y descenso de la pobreza, el crecimiento económico, el divorcio con el FMI.
También algunas cuestiones que tienen que ver con su impronta, pero que fueron concretadas por su sucesora, Cristina Fernández: la asignación universal por hijo, la vuelta al sistema de reparto de las jubilaciones, la ley de Matrimonio Igualitario, entre otras cosas.
Pero quizás una de las cosas que más reconozco es la vuelta al escenario colectivo de la discusión política e ideológica, algo que parecía haber desaparecido de la escena nacional.
Y aquí entran, paradójicamente, las contradicciones. Tanta pasión –atributo que defiendo en cualquier persona- muchas veces se transformó en una prepotencia de formas que terminaban afectado al fondo; que ahuyentaban aun a aquellos que podrían coincidir con lo propuesto.
El exceso en esas posiciones, terminaron matizando todo en un escenario en blanco y negro: o compartís el 100% de lo que digo o sos el enemigo; o "comprás" todo el paquete o sos “funcional” a la derecha, aun cuando los planteos tengan que ver con posturas más progresistas. Allí cayeron en la volteada varias presonas, incluso algunos periodistas a los que se estigmatizó por trabajar en determinados medios. Ojo, lo mismo ocurrió desde la otra trinchera. Y, entonces, ya todo entró bajo sospecha: o sos k o sos anti k. ¿Y si querés ser periodista? ¿Si querés informar y en todo caso opinar sobre lo que te parece bien y lo que te parece mal? Ah, no hay mucho margen para eso.
Por otro lado, hay quienes defienden el proyecto desde la lógica de una suerte de diosa pagana e indiscutible a la que llaman "Real Politik”. Y ahí entran por la ventana distintas cosas, muy lejos de lo que se podrían aceptar: lo peor de la “pejotización” y el pacto con los caciques del Conurbano y con referentes a lo que ellos mismos antes caracterizaban como el pasado de la política. O ciertos acuerdos con sectores poderosos –empresariales o sindicales- más atados a viejas prácticas que supuestamente se venían a combatir.
Algunos amigos te planteaban que eran los sapos que había que comerse en pos del triunfo final del proyecto. En lo personal creo que cuando alguien se traga muchos sapos, se termina indigestando. Y que, como dije antes, el fin no justifica los medios.
Algunos amigos te planteaban que eran los sapos que había que comerse en pos del triunfo final del proyecto. En lo personal creo que cuando alguien se traga muchos sapos, se termina indigestando. Y que, como dije antes, el fin no justifica los medios.
En definitiva con Néstor Kirchner se fue un hombre contradictorio, con blancos y negros, pero convencido de lo que creía. Quizás la vida no le dio el tiempo suficiente para demostrar que al final del camino estaba ese objetivo que buscaba conseguir y que eso quede en definitiva para Cristina, o no. En todo caso, puede sentirse satisfecho por muchas de las cosas que lograron junto a su esposa. Pero también en deuda por las que faltaron. ¿Hubo sobreactuaciones discursivas que no se vieron reflejadas en los hechos? Si, las hubo. Lo que no puede negársele a Néstor Kirchner es un lugar destacado en la historia argentina. Un lugar que se ganó, en muchos casos, a fuerza de lo “políticamente incorrecto” para ciertos sectores del establishment. Y, a veces, a fuerza de lo “políticamente incorrecto” para los cánones de la convivencia democrática. Ese era Néstor Kirchner. Un “animal político”. Con virtudes y defectos. Pero con un lugar asegurado en la historia.
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