viernes, 5 de agosto de 2011

Un día en... la Biblioteca Nacional



En este informe se conocerá cómo es un día en este centro del saber que cuenta con más de un millón de libros y cuatro millones de piezas históricas. La opinión de su director, Horacio González, y la mirada del empleado más antiguo de la institución. Aquí el video.


Por Gabriel Michi








Un día en la Biblioteca Nacional es un pasaje a la historia. A la cultura. A ese caprichoso rompecabezas que significa el ser nacional. Todos los días más de 300 personas visitan ese edificio en busca de libros, diarios, grabaciones, mapas y todo tipo de postales que reconstruyen la historia Argentina y de América latina. Son más de un millón de libros los que esperan. Y un total que supera los 4 millones y medio de piezas que están prestas a ser conocidas por quien lo desee. Por todo eso, un día en la Biblioteca Nacional es una experiencia especial.



 Así lo describe Horacio González, director de la Biblioteca Nacional: “Es estar en una especie de fábrica, de colmena. Las metáforas serían infinitas. Una pequeña ciudad, convertida en un hervidero social y cultural. Y es un conjunto de conversaciones superpuestas, simultáneas, heterogéneas, con temas que en general se resuelven no siempre en el día. Esto ha cambiado mucho mi vida”.




Como la vida del director, quienes se desempeñan en la Biblioteca Nacional sienten que este espacio es mucho más que su lugar de trabajo.  Así lo explica Leoncio Rafael González, “Gonzalito” para todo el mundo, el empleado más antiguo que tiene la institución.




“En la Biblioteca Nacional, ya hace del año 1963 que estoy aquí. A la fecha son muchos años”, cuenta el experimentado empleado.
Con sus 48 años en la Biblioteca, Gonzalito siente lo que para muchos puede imaginarse como un espacio de solemnidad y silencio.



  “Es mi fuente de trabajo. Yo no estando en la Biblioteca Nacional me siento mal. Acá yo me siento como si estuviera en mi propia casa. Porque es mi casa. Mis compañeros son mis compañeros, son mi familia. Yo los estimo, los quiero mucho. Ellos hablan. Yo hablo con ellos.  Charlo, charlo con ellos. Cantan, canto con ellos. Es una compañía total entre nosotros. Y así el trabaja se hace mejor”, explica.

Pero además de esas historias de vida, en la Biblioteca Nacional hay verdaderos tesoros que poca gente imagina.



“La sala del Tesoro de la Biblioteca Nacional tiene para los investigadores un riquísimo patrimonio bibliográfico con ediciones originales y primeras ediciones de toda la literatura argentina y de la literatura patriótica y formativa de la Nación. Y la hemeroteca es una de las más importantes de América Latina. Ahí está todo el proceso emancipador que se hizo en gran medida a través de los diarios”, sostiene Horacio González.



Con 200 años de historia, desde su creación por parte de Mariano Moreno, la Biblioteca tuvo un origen bastante humilde.


El director de la institución lo explica así: "La Biblioteca Argentina son las donaciones, las pobres donaciones de Mayo, las de Belgrano, las de Moreno, algunas con más libros, otras con menos libros, pero ninguna fue una donación sustanciosa. Empezó con muy pocos libros la Biblioteca Nacional, 1500 o 2000 libros. No con 100 mil o 200 mil libros como empezó años antes la Biblioteca Nacional de Brasil”.



Hoy, con un presupuesto de unos 45 millones de pesos por año y unos 500 empleados, la Biblioteca Nacional se constituye en un centro del saber de los más importantes de América Latina. Hay un centro donde verdaderos artistas reconstruyen piezas antológicas, una sala de lectura libre y otra tradicional para los libros pedidos, la hemeroteca y otros tantos espacios que sorprenden. El depósito es un mundo aparte, donde el orden de los libros no dejan lugar para el error.



"Gonzalito", el vererano empleado agrega: “Yo soy profesional dentro de mi trabajo. Porque yo amo mi trabajo. Lo hago a total conciencia. Y si tengo que sacar un libro o guardar un libro, lo hago con toda la conciencia de que el libro esté en su respectivo lugar, para que no se pierda. Porque un  libro mal colocado es un libro perdido”.


 Y, como todo lugar tan especial, en la Biblioteca Nacional hay público de todo tipo: “Tenemos un público estudiantil que recibimos con mucho cariño, a mi me gusta ver la sala de libros propios y de pedidos, me gusta ver una sala llena de estudiantes leyendo; pequeña emotividad del viejo profesor. Y después los investigadores, que se reparten entre la Biblioteca del Congreso, el Archivo General de la Nación y la Biblioteca Nacional. Hoy no hay un repositorio del pasado argentino, de la historia argentina y de la bibliografía argentina en un mismo lugar, aunque este sea el más importante. El investigador ya saben donde están", describe Horacio González, el titular de la Biblioteca. 



 Y continúa: “Y después el lector autodidacta, que a mi también me gusta mucho. El lector con un programa propio de lectura, que no viene con un programa universitario ni un programa de investigación sino que viene para cumplir con una vocación de lector y finalmente es el lector que cimienta o sostiene con más pertinacia, con más obstinación la biblioteca”.   







Por su parte, el otro González, "Gonzalito", completa: “Viene toda gente de todo el país. Muchos jóvenes vienen. Ahora actualmente la mayoría son jóvenes. Antes no venían los jóvenes, venían los viejos. Yo deseo que vengan los jóvenes. Porque ellos son el futuro de nuestro país. Porque así se construye el país. Se empieza de abajo hacia arriba”.


Vanesa Volpini es estudiante de periodismo de la Universidad de El Salvador. Concentrada en la hemeroteca confía: “Yo aconsejo a los estudiantes que vengan a la hemeroteca y a la biblioteca, ya sea porque es un lugar donde se puede trabajar comodamente. Y es nuestro, básicamente. Así que hay que disfrutarlo”.



 

En tiempos de Borges


Entre los directores que detentó la Biblioteca, hay uno que no pasa desapercibido, sobre todo por el peso que tuvo para la literatura argentina. Jorge Luis Borges  encabezó la institución entre 1955 y 1973. Fueron 18 años intensos.


Horacio Gozález, el actual director, describe así aquella gestión: "Borges no fue un bibliotecario efectivo de la Biblioteca Nacional puesto que daba clases en la Biblioteca nacional y la dirección de la Biblioteca Nacional corría por otros canales. Sin embargo, el hecho de que hjaya estado Borges en la Biblioteca nacional es una fusión de la alta literatura universal hecha en la Argentina y las técnicas bibliotecológicas que Borges problematizó como ninguno. Basta recordar la Biblioteca de Babel, la capacidad de pensar el mundo como una biblioteca,  la Biblioteca como metáfora del mundo".








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